martes, 22 de mayo de 2018

Mujeres de zona de sacrificio en Resistencia



Desde la cosmovisión de muchos pueblos originarios del planeta se asocia a la naturaleza con la figura de la “madre”. Para el pueblo Aymara la naturaleza es “Pacha Mama”, así como para los Mapuches es “Ñuke Mapu” o “Meyedobo” para los Ngoble Buge de Panamá, todos ellos haciendo mención a la “madre tierra”, un ser femenino que respira y con el cual la supervivencia de la especie depende de una relación armónica entre los ecosistemas y quienes los habitamos. En la actualidad se estima que unas nueve millones de personas han muerto en el planeta en los últimos años por causas derivadas de la contaminación ambiental, es decir, tres veces más que las muertes provocadas por el sida, la tuberculosis y la malaria juntos, así se evidencia en el resumen ejecutivo del Informe de la revista británica “The Lancet”, estudio científico que tuvo gran impacto en la comunidad médica y en la prensa internacional ya que por primera vez se explicita la necesidad de entender los conflictos medio ambientales como una prioridad de salud pública. Hoy la contaminación mata más que la guerra, el terrorismo, el hambre, los desastres naturales y el Sida, siendo en total la responsable de un 16% del total de las muertes anuales en el mundo. Considerando lo anterior es que el Departamento de Derechos Humanos del Colegio Médico de la 5ª región, organizó el ciclo “Salud y Vida” con la finalidad de convocar a diversos actores sociales involucrados en conflictos ambientales así como a representantes de las comunidades que han debido convivir con el daño (muchas veces irreparable) provocado por la contaminación. En la ocasión expusieron Hernán Ramírez asesor de “Comunidades por derecho a la vida” y María Teresa Almarza en representación de “mujeres de zona de sacrificio en resistencia”, organización creada a raíz de los problemas de salud de Puchuncaví y Quintero como consecuencia de la contaminación emanada por diversas industrias. En ausencia de una institucionalidad que garantice el derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación, “mujeres de zona de sacrificio” ha estado presente desde la fiscalización, la denuncia y la educación comunitaria, es así como han señalado que uno de cada cinco niños de la comuna de Puchuncaví nace con diversos problemas neurológicos o de aprendizaje, además de denunciar otros problemas sanitarios relevantes, tales como  abortos espontáneos, mal formaciones congénitas, asma, enfermedades obstructivas crónicas y cáncer al pulmón, todas estas, relacionadas al material particulado respirable presente en una zona de sacrificio donde progresivamente se han instalado una gran cantidad de industrias: Gasmar, Enap, Codelco, Aes Gener, Cemento Melón, Oxiquím, Puerto Ventanas, Endesa (por nombrar algunas). Sin lugar a dudas todas las enfermedades presentes son consecuencias de la sobre explotación de nuestro planeta como pilar fundamental del “progreso económico”, en un país cuyo modelo de desarrollo ha privilegiado la extracción intensiva e irracional de bienes naturales finitos, sin considerar los procesos de recuperación de los ecosistemas. Cuando el Ministro de energía de la Presidenta Bachelet, Andrés Rebolledo, niega la existencia de  “zonas de sacrificio” lo hace a sabiendas de que si hay algún mea culpa por parte del Gobierno, el Estado se convierte inmediatamente en cómplice del deterioro intencionado a nuestra calidad de vida. “Mujeres de zona de sacrificio” han resistido a la depredación sistemática de su territorio, donde la sinergia provocada por cuatro termoeléctricas a carbón y una fundición de cobre, deterioraron (en algunos casos de manera irreversible) la calidad de vida de los habitantes de Puchuncaví, Quintero. Los derechos humanos al parecer para el Estado de Chile tienen una excepción en estos ciudadanos que en algún momento vivieron de la pesca artesanal y la pequeña agricultura, actividades económicas que hoy son marginales testimonios de un pasado no muy lejano y que pareciera ser el bosquejo de un pueblo ficticio que solo hace sentido en algunos pocos sobrevivientes de la pre industrialización de su territorio. La contaminación abarca todos los ecosistemas de la zona de sacrificio, su tierra, las napas de agua subterráneas, el aire y el mar en una bahía usurpada por la ambición desbordada del “sacro santo progreso” que no da cuentas de los desafíos del futuro, ni de las urgencias del presente. Desde su experiencia, la organización nos relata que los últimos gobiernos, lejos de resguardar la salud de los habitantes de Puchuncaví, han patrocinado nuevos proyectos desde una institucionalidad que da plenas garantías a las empresas para que puedan seguir funcionando, promoviendo planes de descontaminación que no dan cuenta de las reales demandas ambientales, haciendo vista gorda ante el clientelismo ejercido como la estrategia más efectiva para legitimar la debacle socio ambiental, fragmentando de este modo el tejido social, instalando las promesas de prosperidad en aquellos que no dimensionan los profundos impactos del lastre de las industrias en la salud de las futuras generaciones y en el bienestar de las actuales. Mujeres de zona de sacrificio sigue en resistencia frente a un complejo industrial que se ha ido ampliando a través de nuevos proyectos y las instalaciones portuarias de Ventanas y Quintero. La presencia de alrededor de 18 industrias contaminantes han “aportado” con altas concentraciones de plomo, cobre, cadmio, arsénico y otros elementos tóxicos. El Instituto nacional de la investigación agrícola (INIA) concluyó que para recuperar lo suelos de Puchuncaví se necesitará al menos de 500 años, o bien muchos más si es que HOY no se toman las medidas adecuadas para reducir paulatinamente los niveles de contaminación. Por lo pronto, mientras los metales pesados transitan por la sangre de muchos vecinos de la bahía, la Seremi de Salud 5ª región de la Presidenta Bachelet, María Graciela Astudillo, coloca la primera piedra del nuevo Cesfam de Puchuncaví, obra que ha sido posible gracias del Fondo Nacional de Desarrollo Regional, el Ministerio de salud, el Municipio y Aes Gener, empresa propietaria de las mismas termoeléctricas a carbón que hoy enferman a los potenciales usuarios del centro de salud familiar próximo a inaugurar.

Joel González
Profesor
Músico "Al Otro Pueblo",
Poeta
Activista socio ambiental





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