viernes, 22 de abril de 2016

Otra alegoría al Día de la Tierra

Cuando los denominados líderes del mundo político, quienes ostentan el poder, la posibilidad de tomar decisiones en nombre de todos los ciudadanos se reúnen para diagnosticar cuales son las causas y consecuencias de la crisis ambiental que globalmente se expande como una pandemia, múltiples declaraciones de intenciones decorativas emergen de sus ilustres cabezas. No es novedad que la urgencia que amerita los resguardos de nuestros ecosistemas es absolutamente contraproducente con los intereses de quienes patrocinan a los gobiernos del mundo. Las grandes corporaciones y transnacionales que han instalado en los modelos económicos de diversos países el falso paradigma del desarrollo como crecimiento permanente tienen mucho que arriesgar si la consciencia ecológica se instala en las voluntades de las comunidades del planeta. La sobre explotación de bienes naturales finitos más allá de los procesos propios de recuperación y armonía de los ecosistemas, la acumulación de capital y riquezas derivados de la comercialización de la extracción irracional de todo lo que emerge de la tierra que pueda mercantilizarse y convertirse en materia prima para el funcionamiento de la industria, son en definitiva los grandes depredadores del patrimonio natural y cultural de vastos territorios. En el caso de nuestro país la promoción de los diversos eslabones de este modelo de desarrollo están garantizados por legislaciones que dan amplias facultades a las empresas para apropiarse de bienes naturales que debiesen ser derechos colectivos, muchos de los cuales son estratégicos para la subsistencia de la vida como es el caso del agua, recurso que hoy está convertido en un bien especulativo y de mercado gracias al oprobioso código de aguas gestado en plena dictadura y que hasta la fecha solo ha sido objeto de modificaciones cosméticas que no revierten su estructura mercantil.
El decreto de Ley 701 de expansión forestal fue el pivote que permitió la usurpación de tierras ancestrales de Wallmapu que desde tiempos ancestrales fueron patrimonio cultural, productivo y parte de la cosmovisión del pueblo mapuche. Este decreto entra en vigencia en 1974 mientras era Director de la Conaf Julio Ponce Lerou con la intención de bonificar a aquellos conglomerados empresariales dedicados a la expansión forestal, lo que derivó en la depredación progresiva de bosque nativo, degradación de los suelos, sequía y contaminación por uso de pesticidas, todo esto para sembrar principalmente monocultivos de pino y eucaliptus. Los grandes beneficiados del DL 701 que ha sido administrado y mantenido durante todos los gobiernos de la "democracia" son las empresas subsidiarias de las forestales CMPC del grupo Matte y Arauco de Angellini. Según la Conaf entre los años 1974 y 2014 el Estado entregó bonificaciones de dinero fiscal (de todos los Chilenos) equivalentes a US $ 274 millones que beneficiaron a 1.249.545 hectáreas que fueron depredadas por causa de los monocultivos forestales.
Proyectos energéticos que van en directo beneficio de la demanda de las empresas mineras y del motor de este modelo de desarrollo insostenible, sin considerar las tradiciones, los sitios patrimoniales, las reservas ecológicas, la biodiversidad y las pequeñas economías locales, se transforman en políticas públicas donde el Estado ampara y se hace cargo de las expectativas del sector privado, conformado preferentemente por oligarquías económicas y transnacionales que en muchos casos han sido importantes e históricos financistas de la clase política.
El decrecimiento no parece estar en las expectativas del gobierno, al menos no para endosarles esta responsabilidad a la mega industria, pero si al vecino que debe cerrar la llave de la manguera y dejar apagada la luz de su velador antes de dormir. Ya es hora de que la educación ambiental sea un gesto de rebeldía, una incipiente luz que reproduzca poco a poco la crítica a un sistema corrupto que valida la destrucción de nuestra tierra, la responsabilidad es urgente e inmediata, las futuras generaciones quizás no tengan las herramientas para revertir la debacle, basta de pudores y de evitar nombrar a los depredadores y su maquinaria en la estructura política. No es tiempo para actos decorativos y simbólicos, es momento de confrontar, proponer, aliarse, informar y resistir con todas nuestras fuerzas la voluntad entreguista de un Estado que prefiere ser parte de los países que adhieren y venden su alma al Trans Pacific Partnership (TPP) en vez de asegurar la dignidad y los derechos de su pueblo.


Joel González Vega
Músico, poeta, docente, activista, comunicador radial.



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