viernes, 20 de septiembre de 2019

A Congreso en sus 50 años


Debo reconocerlo, quizás siempre tuve un grado de melomanía lo suficientemente intensa como para sentir una filiación afectiva por músicas y versos que hasta el día de hoy me hacen cerrar los ojos y sorprenderme ante la creatividad humana. Este año Congreso, banda Quilpueína cumple medio siglo de existencia, sin lugar a dudas un testimonio artístico que pocos músicos de nuestro país pueden relatar desde la permanente búsqueda de nuevos horizontes sonoros y no únicamente desde el tributo a viejas obras magnánimas que opacan cualquier intento de ofrecer sorpresas musicales a un futuro que se avizora tan saturado de ruido  y auto tune. Tengo un vago recuerdo de haber escuchado el “descarril” cuando era niño, el bajo de Ernesto Hollman deslizando la melodía como un canto rítmico marcado por los acentos de la batería de Tilo González y la marimba de Ricardo Vivanco, instrumentos que en ese entonces gozaban de poca presencia como solistas en la música popular Chilena, pero que lucían con sutileza y prolijidad entre los dedos de los Congresistas. Mayor fue la sorpresa cuando ya en la adolescencia mi amigo César (más melómano que yo) compartió conmigo los casette pirata de “Ha llegado carta” y “Viaje por la cresta del mundo”  y casi en paralelo comencé a reconocer quienes eran los autores de muchas canciones de otros discos que no tengo hoy recuerdo como escuché, "Dónde estarás", "Los elementos", "Quenita y violín", "Los maldadosos". En ese entonces ya mi oreja había sido impactada por las letras de Jorge González de Los Prisioneros y por otro lado comenzaba a sumergirme en una construcción sonora con atmósferas musicales poco definibles, que con el aislamiento cultural de la sociedad chilena en dictadura, eran parte de discos editados 10 o 15 años antes, Pink Floyd, Yes, Emerson, Lake and Palmer y por supuesto “Alturas de Machu Pichu” y “Obras de Violeta Parra” de Los Jaivas, llegaban tardíamente. Se avecinaba el plebiscito de 1988, mi hermano mayor me invita al primer concierto de la vida, Quilapayún & Congreso en el histórico Fortín Prat de Valparaíso como respaldo a la opción NO. Ya no era solo escuchar a una banda cuyas canciones son una invitación a la sorpresa constante, sino además un relato coherente en un momento de nuestra historia en el que sostener las convicciones era un ejercicio del que pendía la vida. Luego fue un concierto en la ex maestranza de barón y de ahí en adelante no recuerdo cuantas veces he seguido a Congreso en los escenarios de la 5ª región. Me voló la cabeza “Pájaros de arcilla”, más aún con lo dificultoso que era conseguir una copia de esta tremenda obra en tiempos sin internet. Pájaros de arcilla resulta inclasificable, algunos toman el atajo del jazz fusión para poder encasillarlo, claro con la presencia permanente de la raíz latinoamericana, melodías llenas de dulzura, hermosos textos que remataban en melodías circenses con un dejo de esquizofrenia entre tanto relato onírico, la incorporación de nuevos timbres al lenguaje Congresista, luego llegaron “Estoy que me muero” y “Para los arqueólogos del futuro”, y por fin comenzaba a escuchar a Congreso como un contemporáneo de sus creaciones y no como un explorador de un pasado del que no fui parte. Era el tiempo de “La loca sin zapatos”, yo conducía el programa radial “Bajo la rueda” y tuve el agrado de entrevistar a Hugo Pirovich y Pancho Sazo quienes estaban en proceso de difusión del disco. Para un aprendiz de sus canciones, tener la posibilidad de entrevistarles y hacer las preguntas y comentarios que siempre guardé fue sin lugar a dudas una experiencia inolvidable, aún conservo la copia de “La loca…” que me obsequiaron en su visita, luego el dolor y la muerte de Jaime Vivanco casi de la mano con la del Gato Alquinta, la renovación de los músicos de la banda, nuevos discos. Unos años más tarde, Radio Valentín Letelier tuvo un programa conducido por Ronald Smith, Pancho Sazo y Hugo Pirovich, donde en esa ocasión el entrevistado fui yo como integrante de la banda Al Otro Pueblo. Es difícil sintetizar la importancia que la música de Congreso ha tenido en mi vida, en mi desarrollo como músico y en definitiva en mi mirada del arte, cada concierto es una clase magistral donde la sutileza de las dinámicas, el uso medido de cada instrumento en función del concepto de cada composición es capaz de llenar de virtuosismo interpretativo hasta aquellas piezas que pueden tener una estructura armónica simple, sin grandes pretensiones, pero donde el texto de Pancho Sazo en un dialogo indisoluble con la música de Tilo González pasa a ser el centro de este llamado a los pueblos extintos, a la mujer que abandonada por su amor forastero alza el pañuelo a orillas de algún puerto, a Nicanor homenajeando a la tierra y a cada cultura de este continente y de otros que encuentran en la música de Congreso el sincretismo perfecto, ese que no reconocen los medios, que no sale en la radio ni en la tele, pero que sin lugar a dudas es el testimonio más valioso de lo que somos como humanidad para las futuras generaciones. Mil gracias Congreso por tanta luz y tanta música!